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Los rostros de la resistencia: Las Mujeres en el Holocausto

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Esther (Etty) Hillesum (1914 – 1943)

Etty Hillesum fue una diarista y mística de los Países Bajos. Comenzó a escribir un diario en marzo de 1941, posiblemente por sugerencia de su psicoterapeuta Julius Spier, cuya consulta había estado asistiendo durante un mes. Aunque era su paciente, Hillesum se convirtió en su secretaria, amiga y amante. Sus diarios registran el aumento de las medidas antisemitas en Holanda y la creciente incertidumbre sobre el destino de los judíos deportados, así como su despertar espiritual. En julio de 1942, Hillesum se ofreció como voluntaria para trabajar en el campo de tránsito de Westerbork, ayudando en la asistencia social a quienes estaban en tránsito. Rechazó ofertas para esconderse, debido a su compromiso de apoyar a aquellos que eran transportados de Westerbork a Polonia y Alemania. En julio de 1943, ella y su familia fueron forzadas repentinamente al tránsito, y dos meses después, fueron deportadas a Auschwitz. Hillesum falleció en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943.
En un extracto de las cartas de Etty desde el campo de tránsito de Westerbork, en diciembre de 1942, escribió:
Toda Europa debe estar llena de amargas experiencias del mismo tipo. La historia que nos contamos unos a otros sobre la verdad en su desnudez, las familias separadas, las propiedades y libertades perdidas, sería un relato monótono. Es imposible contar historias llenas de color a aquellos que no estuvieron ahí. Me pregunto si muchas se quedarán fuera, si la historia continua por mucho tiempo siguiendo el camino que ella empezó a recorrer [...] Si salvamos de los campos, donde quiera que estén, únicamente nuestros cuerpos, hemos salvado demasiado poco porque el problema no es si la persona salva su vida a cualquier costo, sino cómo se va a salvar [...] Ciertamente, las cosas no son nada sencillas y a lo mejor para nosotros, los judíos, son mucho menos sencillas que para otros. Y, aun así, si después de la guerra no podemos ofrecer al mundo empobrecido nada más que nuestros cuerpos sobrevivientes, a cualquier precio, y no un nuevo significado que emane de la profundidad de nuestra angustia y desesperación, es demasiado poco [...]. Un nuevo entendimiento debe iluminar nuestro alambre de púas y fusionarse con las nuevas ideas que, los que son excluidos, deben adquirir.

Frieda Belinfante, left, and Henriëtte Hilda Bosmans

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